martes, 20 de mayo de 2014

Juan José Tamayo Acosta - El intelectual como conciencia crítica de la sociedad y del poder


Iniciando con el relato del surgimiento de la figura del intelectual a partir del conocido artículo de Émile Zola sobre el capitán judío del Ejército francés, Alfred Dreyfus, titulado de J'Accuse en 1898, el profesor Juan José Tamayo, en la pasada sesión del seminario de Teoría Crítica, expuso diversas ideas sobre la figura del intelectual como persona comprometida en el espacio público y conciencia crítica del poder y de la sociedad.



Así, el intelectual desde ese momento suele ser definido tradicionalmente  por tres rasgos distintivos:

  1. Es una persona comprometida en el espacio público, estableciendo una distinción entre el sabio y el intelectual, porque el primero a pesar de su conocimiento no tiene con una amplia presencia pública.
  2. Ejerce su función a manera de conciencia crítica del poder y conciencia crítica de la sociedad adormecida que no reacciona ante situaciones de injusticia, y en ese sentido es un despertador de conciencias.
  3. Cuenta con una coherencia ética, es decir articula su credibilidad a través de su teoría y la práctica diaria.
En palabras del profesor Tamayo, uno de los autores que más ha trabajado dicho tema es Antonio Gramsci, al afirmar que todos los seres humanos son filósofos, intelectuales, ya que pueden hacer uso de su razón para pensar la realidad y contribuir a su transformación. Por tanto, la principal diferencia del intelectual radica en el hace uso de su razón para pensar públicamente, es decir utiliza la razón para pensar la realidad con el fin de transformarla.

Ahora bien, al momento en que la actividad intelectual es inherente al ser humano, como lo es la actividad manual, en la línea de Marx, que sitúa la esencia del ser humano en su actividad crítico-práctica, Gramsci matiza que el criterio para caracterizar al intelectual hay que buscarlo, en el conjunto del sistema de relaciones en el que las actividades intelectuales y quienes las ejercen vienen a encontrarse en el complejo general de las relaciones sociales.

Al desarrollarse la división social del trabajo en las sociedades complejas, surgen los intelectuales a nivel individual y colectivo, Gramsci establece una distinción interesante, que si bien hoy está quizá un poco superada, entre el intelectual tradicional y el orgánico. Aquel, relacionado al mundo de la cultura, y este que se encarga de expresar mediante el lenguajes las experiencias y los sentidos lo que los sectores marginados que no tienen los medios para expresar sus experiencias, la voz de quienes no tienen voz.

Para Gramsi resulta fundamental establecer la relación entre la organización y las masas con el objetivo de que se conquiste y se transforme los aparatos del Estado. El intelectual no busca ocupar esos aparatos sino transfórmalos, creando una nueva hegemonía del pensamiento que representa los intereses y las reivindicaciones de la clase trabajadora.

Después, inspirado en el trabajo de Edward Said, el profesor Tamayo mencionó que en el mundo musulmán se utilizan dos palabras para referirse a la figura del intelectual: muthaqqaf, “hombre de cultura”, y mufakir, “hombre de pensamiento”. Con ambas expresiones se pretende subrayar el prestigio indiscutible de dichas personas en contraste con el desprestigio de los gobernantes y los políticos, que han perdido toda credibilidad ante la ciudadanía y carecen de cultura, de pensamiento y de moralidad.

El mundo político, de los gobernantes han perdido toda credibilidad frente a la ciudadanía y carecen de moralidad, pensamiento y cultura. Liderazgo a tres niveles, ético, político y cultural.

En ese orden de ideas, a juicio de Tamayo, las funciones que corresponden a un intelectual son:
  • Elaborar narrativas de la historia, proponer discursos alternativos a las visiones oficiales. Incorrección en el relato, incorrección en la narrativa, la heterodoxa y la impureza, como contestación a esos relatos oficiales que no corresponden con la realidad.
  • Contribuir a crear espacios de convivencia y diálogo. En la sociedad al predominar los monólogo oficiales y los campos de batalla en el espacio público, el intelectual va más allá de esos monólogos y campos ye establece una metodología nueva, que es la metodología del diálogo. El diálogo como actitud y como busca de la verdad.
  • Defender criterios éticos de vida, frente a la acumulación del tener y del poder que deforma la vida humana. Alternativa a los valores predominantes en la sociedad actual.
  • Argumentar a favor de los binomios: paz y justicia, libertad e igualdad, persona y sociedad e individuo y solidaridad. El intelectual articula y argumente a favor de estos valores, binomios que el neoliberalismo separa.
  • Despertar las conciencias adormecidas. Si no se cambia la conciencia, no se cambia nada. Si no adecuamos la vida al pensamiento, terminamos adecuando el pensamiento a la vida.
  • No instalarse cómodamente en la realidad, ni contentarse con las cosas tal y cómo son y como aparecen.
  • Soñar con cosas que nunca han existido y preguntarse por qué no van a existir. La capacidad de imaginación, de sueño y creatividad que el intelectual debe fomentar en la sociedad resulta primordial.
Así entonces, después de tres años de trabajo, el profesor Tamayo en el libro Cincuenta intelectuales para una conciencia crítica (publicado por Fragmenta Editorial, 2013), realiza un recorrido por distintas biografías del siglo XX, caracterizadas por la propuesta de una teoría crítica de la sociedad y de la religión en clave liberadora. Y a manera de decálogo, sintetiza diez lecciones aprendidas durante su realización:
  1. Necesaria relación entre razón y esperanza.
  2. Importancia de articular la bibliografía y la biografía. Coherencia entre teoría y la práctica.
  3. Reconocer el pluralismo a todos los niveles (cultural, religioso, cosmovisional, político), fomentar la interculturalidad y el diálogo interreligioso.
  4. La metafísica no puede quedarse en la simple razón pura y abstracta, sino que tiene que traducirse en rebelión.
  5. Distinguir la relación, que en muchos autores se ha encontrado, entre poesía, mística y revolución.
  6. Necesidad de que convivan armónicamente bien, con sentido crítico, la ciencia y la religión, como fuerzas más influyentes en la historia de la humanidad.
  7. Impulsar el feminismo como crítica del patriarcado social y religioso.
  8. Necesidad de defender los derechos de los seres humanos y también los de los naturaleza.
  9. Estudiar a los intelectuales en el mundo musulmán.
  10. Compaginar el rigor del análisis con el sentido del humor.
En el siguiente link es posible encontrar el índice del libro que desarrolla la exposición del profesor Tamayo y diversas recensiones sobre el mismo.

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